No me caso con ninguna de las ‘figuras’ de Podemos y, más allá de algunas decepciones importantes a nivel personal, me trae sin cuidado todo este espectáculo pre-Vistalegre II. Ya lo dije hace meses y lo mantengo: me volverá a interesar Podemos, al menos para analizar sus propuestas, el día que se hable de política. Programa, programa, programa. Lo demás es un ruido molesto de una insignificancia insultante precisamente cuando la obra mundial se está representando a gritos en un escenario dramático.
Cuando pasado este maremágnum se toque a retreta –y esto sería quizá lo más grave– es muy probable que asistamos perplejos a abrazos y reconciliaciones. O quizá no, y sí exista esa purga largamente anunciada que, al menos, sí sería coherente con el show montado. Que sea lo que mejor consideren los vencedores. Y después que cada votante decida. Por mi parte solo cabe considerar que la sinfonía en clave de moderación ya se tocó desde el primer Vistalegre hasta hoy y ha ido espantando al respetable. Deuda, protección, soberanía, democracia, igualdad… ¿qué se propone al respecto? La audacia es la que da votos, o los ahuyenta entre esa población que espera un cambio, y no una restauración del podrido y viciado edificio. Y esto es así a nivel global, hasta el punto de hacer vencedor al Trump o la Le Pen de turno, cuando no hay una opción de clase, antes que volver a apostar por los manipuladores de siempre.
Dicho esto, lo que ya supera cualquier lógica de lucha por el poder interno y la definición política a establecer, es acabar utilizando al truculento dictador Franco para una comparativa con el secretario general de tu propio partido. Esto no es un comentario desafortunado, es una auténtica aberración con un fondo despreciable. Y nadie que sea capaz de utilizar semejantes tácticas debería permanecer ni un minuto como representante político de nadie. Antonio Montiel debe dimitir o ser cesado. Lo contrario alimenta el todo vale, y anula cualquier posibilidad de credibilidad del propio partido, se proponga lo que se proponga a continuación.
Déjate de excusas absurdas y vete, Antonio. Aunque sea solo por decencia.